luz invisible
Hace poco más de
tres siglos, cobijada por estos muros, acaso en esta misma Celda que hoy es
contemporánea de nosotros, Sor Juana Inés de la Cruz reflexionaba acerca de la
percepción y de la posibilidad o la imposibilidad del conocimiento, dadas las
humanas limitaciones. La realidad, o sea la apariencia que nos ofrecen las
cosas, ¿no sería acaso una especie de teatro de sombras, algo similar a las
imágenes que proyectaba la linterna
mágica de Athanasius Kircher, ese primitivo proyector de transparencias inventado por el sabio jesuita?
Inmersos
en ese espíritu, los artistas que nos congregan en esta ocasión bajo una Luz invisible utilizan el mismo principio
para proponer nuevas reflexiones a nivel estético. Las formas plásticas horadan
el haz lumínico, y las superficies de la celda se transforman en el lienzo
donde en cada caso se plasma de manera inmaterial el claroscuro llevado al
nivel más extremo: las sombras mutantes del objeto interpuesto cortadas a tajo
por rayos de luz.
La pieza que
presenta Isadora Cuéllar es inquietante por su
recurrencia: las sombras, que acaso sugieren estilizadas siluetas de personas
congregadas, establecen un entramado complejo, se mueven, se desplazan, van y
vienen, y sin embargo al repetirse el ciclo vuelven siempre a donde comenzaron,
como cautivas de una temporalidad circular de la que no hay escapatoria, pero remitiendo,
por otro lado, a los inmutables ciclos de la naturaleza.
Sofía Echeverri,
por su parte, consigue sombras cambiantes desde un enfoque más orgánico,
partiendo de una suerte de intrincados dibujos
escultóricos que sugieren microorganismos en movimiento, en mutación
perenne. Aquí las sombras jamás repiten sus formas, ya que los modelos penden
cambiando de posición con el aire, lo que propicia una generación de contornos
espontánea e irrepetible, acaso una alusión a las formas insospechadas que
puede adquirir la vida.
Más centrado en las
posibilidades del artefacto como elemento productor de umbrosas arquitecturas,
Iker Vicente, por último, concibe a las sombras como líneas de dibujo que
entran en animación perpetua gracias a un dispositivo que el artista rescató de
una poco conocida inventiva mexicana decimonónica. Esta propuesta remite en
cierto modo a los complejos mecanismos que el propio Athanasius Kircher, tan
admirado por Sor Juana, concibió para explicarse el universo.
De este modo, bajo la invisible luz
de iluminaciones interiores, tres creadores de intangibles claroscuros proponen
cada cual su particular versión de una artística linterna mágica, y juntos transforman esta Celda Contemporánea de
nuevo en un teatro de sombras.
texto de inauguración
La propuesta de Isadora, de Iker, de Sofía, en
la exposición Luz Invisible me hizo recordar aquellos
versos de Rilke.
Obscuridad de la que yo desciendo,
te amo más que a la llama
que al mundo pone límites.
El ser humano es un ser privilegiado, es un
ser que se conmueve de manera peculiar ante el tiempo, el color, la forma, el
silencio, las transparencias, el volumen, la línea, la textura, la sonoridad y
la palabra, puede valorar aquello que ve, que oye, es sensible a esa manera de
expresar lo mejor que somos. Hay muchas formas de expresión, como hay
muchas maneras de ser, pero hay algunos seres humanos cuya expresión permite
que nos reconozcamos en la intimidad milagrosa de sus obras, hay seres que nos
permiten oír no sólo con los ojos, hay seres que tienen el “don de volver
sensible lo impalpable y visible lo incorpóreo", como lo sugiere el poeta.
Acaso el arte permite que el ser humano cumpla de la mejor manera su libertad;
hace que la realidad aparezca, consuma la apariencia del ser.
Pero el tránsito de lo sensible a lo
inteligible no se da al interior de la obra sino en un sistema de signos que
encuentran su significación en otros sistemas. Los valores artísticos no son
autónomos, construyen siempre una representación sin la cual la obra no
significaría. La obra sobrevive gracias a las interpretaciones de quien mira,
de quien escucha, de quien atiende, de quien admira; ellas permiten que la obra
traspase su propia historia para insertarse en la vida. Esa comprensión no
puede ser sino aproximada: un vislumbre. Acaso el artista es algo así como un
traductor, aunque la traducción sea una transmutación, una recreación, una
tangencia que requiere que el otro mire, escuche, atienda, se conmueva, vibre,
se cimbre, reaccione y responda, se admire.
Octavio Paz escribió en Los
Privilegios de la Vista que “el ser, es invisible y estamos condenados
a verlo a través de una vestidura tejida de símbolos. El mundo es un racimo de
signos, la representación significa la distancia entre la presencia plena
y nuestra mirada: es la señal de nuestra temporalidad cambiante y finita, la
marca de la muerte. Así mismo es el puente de acceso, ya que no a la presencia
pura y llena de sí, a su reflejo; nuestra respuesta a la muerte y al ser, a lo
impensable y a lo indecible. Si la representación no es abolición de la
distancia - el sentido jamás coincide enteramente con el ser – es la
transfiguración de la presencia, su metáfora”.
Así las cosas, yo he de decirles que esta
exposición me hizo transitar del Topus Uranus y la caverna
platónica, a la vivienda que en su Elogio Tanizaki construye;
viajé de Occidente a Oriente, de la belleza aferrada a la luz, al enigma de la
sombra, juego que abre las posibilidades del claroscuro y las
modulaciones del tiempo reflejado; exploré el microcosmos y el núcleo de la
célula, el afán de Sísifo haciendo girar la minivela o recorriendo el camino
inagotable de la esfera, acompañé a segar el árbol para llegar al jardín de los
senderos que se bifurcan. Los invito a fluir por esta exposición que
propicia el diálogo luminoso, plural y azaroso, que sucumbe y renace a la
seducción de la oscuridad rilkeana.
Carmen B. López – Portillo R.
Rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
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Isadora
Cuéllar, Ciudad de México, 1978. Estudió la licenciatura en Artes
Visuales en la ENAP, UNAM. Actualmente cursa la maestría en Artes Visuales en
la Academia de San Carlos. Ha mostrado su trabajo de manera individual en las
muestras: Sinapsis Arbórea en Galería Ramón Alva de la
Canal-UV en Xalapa, Veracruz; X Espacio de Arte D.F; Galería Antonio Ramírez,
ENAP-UNAM, D.F; y Galería Machado Arte Espacio,D.F (2012). Estructuras
para el viento en Galería Cintalapa, 2011, Chiapas. Los
territorios de Ariadna, Galería del Sur, Sala Gilberto Aceves Navarro, UAM,
México 2007,; Ventanas Interiores, Museo Universitario del Chopo,
2003, México; La-ciu-dad-de-la-sin-ra-zón, Casa de la Primer
imprenta de América, UAM, 2001, México, entre otras. Ha participado en más
de 25 muestras colectivas en México y el extranjero, como en la Fundación
Sebastián, México; Centro de Artes Visuales, Mérida, Yucatán; Guanlan, China;
Centro de la Galería Consejo Provincial de las Artes Plásticas, Camagüey, Cuba;
Centro Nacional de las Artes, México; Centro Cultural Ex-Convento de Santo
Domingo, Chiapa de Corzo, Chiapas; Centro Cultural Jaime Sabines, Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas; Galería Múltiple, México; The Other Gallery, The Banff
Centre, Alberta, Canadá; Museo de Arte Tridimensional, GDF, México; Centro
Cultural España, México; Museo Franz Mayer, México; Museo Universitario del
Chopo, UNAM, México; Jardín de las Esculturas (IVEC), Xalapa, Veracruz, México,
entre otras. Una de sus piezas forma parte del mural colectivo Placas
de Artistas en la Provincia de Corrientes, Argentina. Fue beneficiaria
de la beca Jóvenes Creadores del FONCA, 2011-2012. Ha sido distinguida con los
siguientes premios: 2º. lugar, Premio de adquisición, Arte 40 Televisa,
CONACULTA, Centro Nacional de las Artes, México, 2010; Primer lugar, Premio de
adquisición, Cerámica Contemporánea “4º Concurso Nacional de Cerámica Tonallan
2009”, Tonalá, Jalisco, México; 1er lugar en el XIV Festival de Artes
Plásticas; Quinta Bienal de Pintura y Escultura del Sureste, CONECULTA,
Tuxtla Gutiérrez , Chiapas 2007. También ha participado en dos residencias
artísticas: en 2010, en la Fundación Gruber Jez, Cholul, Yucatán, con la Mtra.
Gerda Gruber y en 2006 en Banff Centre, Canadá.
Sofía
Echeverri, Guadalajara Jal. 1971, México. Su formación es
resultado de los siguientes talleres: Taller de Litografía Leonard
Codex, Brooklyn, Nueva York, Atellier d´art Chevreuse, dibujo
libre, Paris, Francia; Musée du Louvre: Técnicas antiguas y
modernas del dibujo, Paris, Francia, Taller-galería Vincent, con:
José Fors y Davis Birks; obra gráfica en el taller de La Ruleta y
en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara,Jal. Ha
expuesto de manera individual: inner voice, Leonard Codex Art
Assamblege, Brooklyn, Nueva York, 2012; Sofía Echeverri, Galería
Jardín, ITESO, Guadalajara, Jal. Células, Haus der
Kunst, San Pancho, Nayarit, 2011; sospechosavisión/falsaceguera, Museo
de Arte Raúl Anguiano, Guadalajara, Jal., 2010; Paperwork, galería
Traeger & Pinto Arte Contemporáneo, México; Extinción, Café
la Gloria, México, 2005, entre otras. Ha participado en más de
veinte exposiciones colectivas en diversas regiones del país, así como en
Colombia y Chile. Ha recibido numerosos premios y reconocimientos como: Programa
de residencias artísticas, FONCA- CONACYT, en Banff, Canadá;
seleccionada para participar en la III Bienal de Artes Visuales de Yucatán,
Mérida, 2009; Beca para creadores, Jalisco, México; Mención Honorífica, en
Vermont, U.S.A, 2007; Beca del FONCA para jóvenes creadores en dos
ocasiones, etc.
Iker
Vicente, ciudad de México, 1975. Estudió la carrera de Artes Plásticas
en la ENPEG “La Esmeralda” Su trabajo se centra en el movimiento, las
tecnologías rústicas y el humor en lo cotidiano. Teniendo el dibujo como eje
fundamental, construye esculturas e instalaciones móviles por un lado, y
títeres y artefactos teatrales por otro. Trabaja por igual en espacios de
exhibición que en lugares públicos. Su trabajo se ha mostrado en México,
Canadá, Francia, España, Colombia y la República Checa. Algunas de sus
exposiciones individuales son: Mensajes desde el otro lado del espacio. Galería
Eloísa Jiménez, Festival Internacional de Arte contemporáneo FIAC 2012, León,
Gto.; Homenaje a Lazlo Lozla, en el Museo
de Arte de Sonora, y la Universidad Iberoamericana de León, Gto. 2011; La
mejor manera de freír un huevo. Galería Medellín 174, México,
2010; Fantasías Animadas de Ayer y Hoy. Casa
Purcell, Saltillo Coahuila, 2009; Iker Vicente en El Clauselito,
Museo de la Ciudad de México, 2008; Aprende a Crecer, Ballet mecánico
reversible con patas y volante, Casa Vecina, 2008; Les Piétons
renversants, Action Art Actuel, Saint-Jean-sur-Richelieu, Québec,
Canadá, 2006. Las cosas suceden, tercera sinfonía tonta. Celda
Contemporánea. Ciudad de México, 2005. Ha realizado residencias artísticas
en Canadá, Polonia y Francia. Obtiene la beca jóvenes creadores del FONCA en el
área de escultura en dos ocasiones. Actualmente es miembro del Sistema Nacional
de Creadores de Arte. Vive y trabaja en la ciudad de México.
Luz
invisible
Por
Angélica Abelleyra
¿Qué son las sombras sino ese otro
rostro de nosotros mismos que repelemos, confrontamos y a veces, sólo a veces
arropamos como propio? ¿Es marca, raíz, savia? Presencia tan inasible,
misteriosa, maleable y rejega, ocupa
ahora espacios de muchos años en el Claustro de Sor Juana. Es la Luz
invisible que tratan de asir, confeccionar, tres artistas contemporáneos:
Isadora Cuéllar (1978), Sofía Echeverri (1971) e Iker Vicente (1975).
Con música de Genaro Ochoa, realizada ex
profeso, la pieza de Isadora Cuéllar ofrece el movimiento espectral de
cientos de piezas cerámicas que alzan brazos y valles, se contonean y levitan
sobre los muros y el piso, al paso de dos lámparas de trenes que circundan ese
bosque lleno de troncos y tallos. Uno con carrera más ágil sobre la vía; el
otro con tránsito lento para configurar ánimas, espectros. Son las Realidades
intangibles (2013) que la escultora realizó en colaboración con Hugo Solís
para el diseño, elaboración y montaje de ese mecanismo móvil y lumínico.
Un segundo atisbo en movimiento: las Células
que Sofía Echeverri (1971) plasma, mutantes,
a partir de sus piezas en acrílico con recortes láser. Flores, arbustos,
filigrana de penumbras que enmarca las paredes como un tejido sutil que deja
rastro y otorga identidad. Diestra en el manejo de la gráfica, aquellos dibujos
orgánicos que elaboró Echeverri en el pasado se transformaron en moldes
acrílicos que en su transparencia y opacidad flotan en la sala y giran gracias
a un pequeño toque del visitante. Danza
y rodeo, mezcla de apariencias en el yin y el yang, ese juego de dualidad,
oposición y complementariedad que da vida a seres, cosas… sombras.
Una tercera huella
cierra esta colectiva que nos ha otorgado ya varios destellos durante el
recorrido: No me llames iluso porque tengo una ilusión, donde Iker Vicente (1975) le da alma motriz a un hombre que en
esencia es puro residuo de lata. Aquí, el espectador da aliento locomotor al
personaje a partir de una manivela que acciona el paso del ser-hojalata y de su
sombra.
Esta máquina para generar
“Movimiento continuo” fue patentada en México por José Antonio Loranca en 1857.
En el Archivo General de la Nación, Iker encontró un documento con el diagrama
de aquel modelo del siglo XIX y, al lado de Humberto Galicia, volvió a construir el mecanismo con madera,
metal, ruedas, balines, canicas, tornillos y lámparas. 156 años después,
resulta una reconstrucción para continuar en la subversión del estancamiento.
Una segunda pieza de Vicente cierra este sendero en
penumbras. Se trata de Regreso al suave y caprichoso
rebote de las esferas celestes, donde el artista interesado en
el movimiento, las tecnologías rústicas y el humor, nos regala una coreografía
etérea. Dos parejas de bailarines con cuerpo de alambre, con esencia caótica en
un primer acercamiento, adquieren armonía y ritmo cuando su imagen se vuelca en
el muro. Quizás, como en la vida, reflejo que lo tangible es menos real que lo
imaginado. Los danzantes son alentados a continuar el vaivén con la acción de
otros dos conjuntos colgantes, uno que es constelación de pelotas de esponja y
el otro, un móvil de pantallas de lámparas. Ballet en tres bandas, maridaje de
música y meneo.
Escucho la
voz de Lisa Gerrard mientras escribo estas líneas. Desde que recorrí estos
muros añejos en la Celda Contemporánea vino a mente la música profunda de quien
fue vocalista de Dead Can Dance. Sanvean me conduce a lugares que no
conozco. “Soy tu sombra (I’m your shadow)”, se llama la rola. Y esos acordes
que me llevan a la incertidumbre, me conducen a lanzar al menos una pregunta,
¿será que lo inasible de los espectros es mera ilusión y esa evanescencia nos
da más certezas, seguridad para confiar -confiarnos- a nuestros fantasmas?
Porque, eso sí, deberíamos de reconciliarnos de vez en cuando
con nuestra sombra para saber que podemos desprender algún destello. Tal vez a
ello nos ayuda Luz eterna en sus tres versiones.
Angélica
Abelleyra, periodista cultural. Es autora de los
libros Se busca un alma. Retrato biográfico de Francisco Toledo (Plaza y
Janés, 2001) y Mujeres Insumisas (UANL, 2007). Es co-curadora de la
exposición Vivir en la raya. El arte de Rogelio Naranjo, en exhibición
en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (UNAM) hasta julio de 2013.